La Fábrica de Ricardo Bofill:
Sumergiéndose en una utopía arquitectónica
Autor: Margo Kashina y Natalia Tokmacheva, fundadoras de Design Hub Espacio 123 en Barcelona
Visitar La Fábrica, el legendario taller de Ricardo Bofill, no es solo un recorrido, sino una experiencia única e irrepetible, accesible para muy pocos. Tuvimos la suerte de acceder a este icónico espacio por invitación personal, y esta visita se convirtió en un verdadero privilegio arquitectónico y de diseño: la oportunidad de acercarse al mundo de un gran maestro que transformaba el espacio en arte.

De fábrica de cemento a manifiesto arquitectónico

La Fábrica es una de las reinterpretaciones arquitectónicas más significativas del siglo XX.
En 1973, el joven Ricardo Bofill se topó con una fábrica de cemento abandonada en las afueras de Barcelona, cubierta de polvo y conquistada por la naturaleza. En lugar de derribar esta estructura industrial, vio en ella el potencial de transformación: una idea que más tarde se convertiría en el eje central de su obra.

Al reinterpretar la dura arquitectura industrial, convirtió la fábrica en un mundo arquitectónico utópico: las torres de hormigón adquirieron nuevas formas, los jardines envolvieron las construcciones y los espacios interiores se transformaron en una combinación de minimalismo, estética industrial y pura poesía espacial.

«Este lugar es un manifiesto vivo del pensamiento arquitectónico de Bofill. Cada habitación aquí parece un capítulo de su biografía, y todo el proyecto es una increíble investigación sobre la interacción entre pasado, presente y futuro», comparte Margo Kashina.

Vida privada del maestro: de la casa familiar a los espacios de oficina

Hasta hace poco, gran parte de La Fábrica seguía siendo la residencia privada de la familia Bofill. Sin embargo, tras el fallecimiento del arquitecto en 2022, el estudio decidió abrir estos espacios y adaptarlos a nuevas funciones. Ahora los visitantes pueden ver no solo los espacios arquitectónicos emblemáticos, sino también lugares que antes eran el hogar del gran arquitecto.

«Recorrimos las antiguas habitaciones privadas de Bofill, donde trabajaba, reflexionaba y recibía a sus invitados. Todavía se siente su presencia en estos espacios. Aquí el diseño no solo está pensado, sino vivido», señala Natalia Tokmacheva.
«Mi espacio favorito, llamado Cubical—el cubo perfecto, que era parte residencial de la fábrica, tiene una salida propia a la terraza con vistas a la obra icónica de Bofill, Walden 7», añade Margo.

Ahora toda La Fábrica se utiliza como estudio del despacho Ricardo Bofill Taller de Arquitectura, y esta transición de lo privado a lo público ofrece una oportunidad única de acercarse al legado del arquitecto desde una nueva perspectiva. La sala de máquinas principal de la antigua fábrica de cemento se ha transformado en un gran taller llamado Temple. Y realmente, es un templo de la arquitectura.

Organismo vivo de la arquitectura

El espacio de La Fábrica no es un monumento congelado, sino un entorno vivo, en constante cambio y evolución. Las paredes de hormigón están cubiertas de vegetación, los interiores se llenan de luz y aire, y la estricta geometría del modernismo se fusiona de manera orgánica con elementos naturales. Aquí se superponen estilos y conceptos arquitectónicos: el románico entrelazado con el gótico, complementado con el brutalismo, se encuentra con jardines japoneses de bambú y las escaleras fantasmagóricas al estilo de Escher.

«Este lugar es un ejemplo de cómo la arquitectura puede ser filosofía. Bofill no solo creaba edificios, creaba mundos enteros donde la naturaleza y el hormigón interactúan como iguales», concluye Margo Kashina.

Nuestra visita a La Fábrica fue una experiencia verdaderamente única, que permite acercarse a una arquitectura del futuro nacida del pasado. Es un espacio donde el hormigón se transforma en poesía y las formas se convierten en ideas.